jueves, 30 de octubre de 2014

La búsqueda del ave-madre en La Mancha mágica (finales octubre 2014)

Sueño de tintes mágicos ambientado en La Mancha. 

Llego al pueblo de mis abuelos paternos, La Torre de Juan Abad, donde hay una reunión familiar. Mis padres y hermanos han llegado antes que yo. También veo a mi abuelo materno Eudald, departiendo animadamente, con su particular sentido del humor y verborrea, con algunos de mis primos o tíos lejanos, en un balcón. La imagen me conmueve y me llena de gozo infantil: pienso que será un encuentro divertido en familia, con gente diversa y un saludable jolgorio. A la vez, me entristece pensar que, en la vida real, mi abuelo ha envejecido y está menos ágil y animoso. Más tarde hablo con mi abuela Cari, que me observa con una sonrisa seca y displicente; al rato recuerdo que ha muerto en la vida real, y que se trata del enésimo espejismo.

Al subir a la casa de nuestros parientes manchegos, una prima me halaga diciendo que soy "el que viste más moderno". Me sorprende que tienen una escala de madera entre dos pisos casi idéntica a la que tienen mis padres. Miro a través del amplio ventanal y aparece un paisaje bello y encendido: todo un campo de espigas y tierras rojas a nuestro alrededor, formando un círculo como si lo viésemos a través de la cámara de un dron. Parece toda La Mancha concentrada en aquel pequeño micromundo cerrado, una llanura de colores otoñales rodeada de bosques y rocas. A lo lejos se divisan pináculos borrosos, parecidos a la Sagrada Família.

Subo al coche con mis padres y nos adentramos en el bosque que se extiende al este del pueblo. Un bosque rocoso y montaraz, como los que rodean la zona soriana y burgalesa de la Laguna Negra y el Castroviejo. De repente veo un ave negra volando junto a la ventanilla del coche. Se trata de la cría de una especie rapaz, de pico rojo y amarillo y aspecto atrayente; una especie, por lo visto, autóctona de aquellos lares, que despierta la curiosidad y asombro de mis padres. Tras un golpe de viento, el joven aguilucho se mete dentro del coche, a través de la ventanilla entreabierta. El ave revolotea algo nervioso, ante mi fascinación.

Enseguida, sin embargo, nos damos cuenta que la madre está buscando a su cría y provoca una especie de ondas magnéticas para desestabilizar nuestro coche. El vehículo va haciendo eses e incluso notamos un olor repentino, un fuerte hedor provocado por la madre-ave como misterioso mecanismo de control para recuperar a su prole.

Una rata en mis pantalones (finales octubre 2014)

Sueño muy perturbador. Llego a un sitio donde dicen que merodea una gran rata; el animal aparece de repente y, cuando creo que puedo esquivarlo, ya se ha metido dentro de mis pantalones. Me tiendo en el suelo, como si todo ocurriese mientras duermo, en la cama, y espero resignadamente, conteniendo el miedo y el asco, que el roedor salga por alguna rendija de la ropa y pueda perderlo de vista. Tarda más de lo que quisiera, y mientras tanto temo que pueda morderme la pierna. Siento como va rozándome y me invade la repugnancia. Espero fríamente hasta que finalmente se va.

lunes, 27 de octubre de 2014

Rompemos un huevo gigante en el bosque (octubre 2014)

Mi amigo Jesús y yo exploramos un bosque en busca de unos misteriosos huevos que anidan sobre las ramas de los árboles. Se trata de huevos grandes y redondos, muy blancos y llamativos. Aparecen en solitario, sin que aparentemente hayan salido de ningún nido. Al llegar a un árbol, vemos uno de estos huevos, de tamaño gigantesco -como un metro de diámetro- y Jesús me tienta para que lo rompamos. Le digo que no, por miedo a que alguien nos vea, pero deseando secretamente que lo haga por malsana curiosidad. Finalmente Jesús pincha el enorme huevo y la yema sale como un torrente amarillento, formando un riachuelo en el bosque, entre rocas y matorrales. Me escondo, temeroso, mientras veo llegar unos excursionistas. Observo a Jesús por una rendija: él sigue en el mismo lugar, travieso y desafiante. Pienso en si podré exculparme en caso de que alguien nos reproche lo sucedido.

sábado, 18 de octubre de 2014

Bisabuelo de cabeza cadavérica (mediados octubre 2014)

Estoy en casa de mis abuelos maternos, Eudald y Mercè. Junto a ellos hay un personaje que no existe en la vida real, un anciano con una cabeza de aspecto aterrador y cadavérico. Al parecer se trata de mi bisabuelo, padre de alguno de mis abuelos (o de ambos, como si fueran hermanos). En el sueño nos relacionamos con él con toda naturalidad, como si fuera alguien bien conocido. Sin embargo, cuando me habla de muy cerca me desasosiega su aspecto: la cabeza, totalmente pelada y rojiza, cavidades en los ojos, apenas unos pocos pelos, la nariz como una lengüeta que recuelga, los tejidos tremendamente contraídos, como un cruce entre una calavera y un extraño alienígena.

Tiene este aspecto porque está muy envejecido, hasta el punto que la muerte ya asoma en su cara; su aspecto es a la vez de vivo y muerto, pero habla con soltura. Esta sensación ambigua me apesadumbra e incluso me hace sentir culpable.

sábado, 4 de octubre de 2014

Águilas que llaman a la puerta y animales a oscuras en la ciudad (principios octubre 2014)

Noche con varios sueños sobre animales que aparecen en gran multitud y aspecto potencialmente amenazante.

1 Estoy con mi madre frente a un hotel de montaña, con tejado de pizarra y fachadas que imitan la piedra, de color marrón. Al parecer, varias crías de aves han sido apresadas dentro del edificio. Poco después, como temía, aparece una bandada de águilas grandes y amenazantes: vienen a por sus crías. Son aves muy extrañas: parecen un cruce de águila y cigüeña y son completamente negras, lo que remata su aspecto intimidatorio. 

Lo más sorprendente llega cuando las aves se paran frente a las puertas del hotel. Entonces, ante nuestra mirada perpleja, empiezan a llamar a las puertas con golpes secos, como si tuvieran manos humanas. Cada una se encuentra suspendida en el aire a una altura diferente, sin aletear (apenas con pequeños movimientos hacia arriba y hacia abajo, como si levitasen). Cuando ven que nadie les abre la puerta, las aves se enfurecen, forman un remolino en al aire, y, enloquecidas, empiezan a perseguir a la gente (de pronto hay mucha más gente además de madre y yo). Las aves aletean exasperadas sobre nuestros hombros y nos picotean agresivamente la cabeza, como en una escena de 'Los pájaros' de Hitchcock. Siento la punzada y temo que me provoquen una herida; también temo por lo que le pueda ocurrir a mi madre.

2 Estoy con mis amigos Jose y Javi en una ciudad que parece Berlín o Londres. Hemos ido a ver a Pablo, que vive allí (en la vida real vive en Colonia), y con quien no consigo tener mucha comunicación. Más bien estamos fríos y distantes, incluso físicamente: andamos uno a diez metros del otro, en paralelo. Vamos paseando de este modo extraño. Ha anochecido. Atravesamos un gran parque urbano, donde se adivinan animales tales como pequeños elefantes (con crías aún más pequeñas), una especie de oso hormiguero o cuadrúpedos parecidos a lobos que nos observan con mirada gélida. Intento romper el hielo con Pablo mientras Jose y Javi nos esperan en otro lugar. Tampoco logro comunicarme con el resto de gente del lugar, ya que tengo de pronto un bloqueo con los idiomas.

Pierdo una muela y varios dientes (principios octubre 2014)

Tras comer y masticar algo descubro desasosegado que se me ha caído una muela y varios dientes, desmenuzados. Puedo sentirlas, sueltas, dentro de la boca. A continuación los saco para verlos y se lo muestro a alguien para compartir mi sorpresa. Los dientes pequeños están desmenuzados, como si fueran de cristal o porcelana. Me inquieta pero a la vez lo temía desde hacía un tiempo; lo sólido podía ceder en algún momento, en parte por mi culpa, por desgastarlo o descuidarlo demasiado.