Voy de la mano con el alcalde de Barcelona, Xavier Trias (!). Es como si fuera mi padre, o alguna figura paterna que me acompaña y con quien tengo toda confianza. Le recrimino que me aprieta la mano demasiado fuerte, y él replica que mi mano huele mal (!). Llegamos hasta una zona sórdida y abandonada. A plena luz del día, vemos un gran depósito de componentes de coche, como neumáticos y otras chatarras que se amontonan como en un basurero. Otro hombre que nos acompaña se sorprende del poco material que hay, para el número de coches que tiene Barcelona, a lo que el alcalde frunce el ceño, desdeñoso. Se nos escapa un neumático y salimos corriendo a por él.
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