jueves, 12 de agosto de 2010

Duermo en mi coche, increpo a un conductor, todo es una confusión mía (11-12 agosto 2010)


Sueño muy inquietante y narrativo, donde veo retemblar mi responsabilidad y mis sentimientos de culpa con gran sensación de realidad. Ocurre así:

Paso toda la noche durmiendo en el coche de Laura. En el sueño, se trata de mi coche y sé conducirlo, aunque con torpeza (en la vida real no tengo ni siquiera el carnet). Está aparcado en una plaza de mi ciudad, Sant Boi, frente a la oficina bancaria donde trabaja mi padre. Me despierta el teléfono. Me llaman para asistir al funeral de una señora mayor, de una familia conocida. 

Salgo del coche para escuchar mejor, y, he aquí que, al volver a entrar en el vehículo, veo a un hombre cómodamente colocado en el asiento de atrás, junto a su hijo de unos diez años. El extraño conductor, al que llamaremos Nicolas, tiene la cara de un conocido actor (creo que francés, no recuerdo cuál): media melena gris, nariz aguileña, ojos saltones, expresión adusta y sarcástica.

Nervioso, me enfrento a Nicolas y le digo que está en mi coche. Él parece no dar crédito, se muestra parsimonioso y me da a entender que está en su coche, pero yo insisto, con agresiva contundencia, y le exijo que salga. Finalmente, resignado y humillado, el misterioso conductor abandona el coche y se va caminando con su familia.


Cuál es mi sorpresa cuando, tomando distancia, descubro que el equivocado soy yo: no se trata de mi coche, sino de una gran furgoneta azul, que jamás he visto antes. Llamo a Nicolas para informarle del error y le pido disculpas repetidamente. El hombre regresa resentido por el incidente y, como si tramase una venganza, da a entender sibilinamente que sabe quién soy, uno de los hijos de Francisco I. (mi padre) y me pregunta cómo me llamo. Me niego a responder, para evitar caer en su juego. Nicolas prosigue con sus consultas intimidatorias y me pregunta cómo le van a mi padre sus vacaciones en "L'Ordal", remarcando sarcásticamente la pronuncia catalana del topónimo del pueblo de mis abuelos maternos, donde se encuentran efectivamente de veraneo. El personaje me infunde miedo, no sé lo que hará contra nosotros.


Más tarde veo que nuestro coche tiene unas bicicletas adosadas, plegadas como un acordeón, y le pregunto a Laura por ellas. Me dice que fui yo mismo quien sugirió el invento, y entonces lo recuerdo.

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