jueves, 26 de mayo de 2016

Solo por una ciudad madrileña, descubro universidad renacentista (mediados mayo 2016)

Viajo solo a una ciudad madrileña, que en el sueño aparece como Alcobendas pero en realidad sería Alcalá de Henares (en la vida real estoy planificando un viaje en solitario por pueblos de Castilla y Madrid). 

Como en otros sueños, llego con mi propio coche, aunque en la vida real no conduzco. Lo dejo aparcado en un lugar incierto que luego no alcanzo a recordar, y me preocupa que lo hayan robado. Es un vehículo pequeño y harto rudimentario. No estoy seguro de haber cogido las llaves. Llevar este coche me produce una sensación de precariedad y a la vez una cierta sensación de libertad.

Hay mucha gente por la calle, deben de ser las doce de mediodía. Me inquieta un poco que vean vagando solo; a la vez me provoca curiosidad. Veo a la ex presidenta manchega y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, quien me encarga que le entregue una gran botella de vinagre a cierto vecino de la ciudad, al que se refiere utilizando un mote popular (no lo recuerdo). Entro en una pequeña peluquería de barrio y pregunto a un anciano de aire adormilado: muy amable, me indica donde está la calle de aquel vecino al que debo entregar el vinagre ("la próxima calle, al fondo, al lado de las redondas").

Descubro de manera fortuita el bello edificio de la universidad plateresca (un edificio imaginado que mezcla la arquitectura de Salamanca con lo que conozco de Alcalá a través de los libros). Me complace el hallazgo y el reconocimiento del monumento, paseo tranquilamente alrededor del monumento, por donde entra y sale mucha gente.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Mi piel es un mosaico de colores transfigurado por la luz (26-27 marzo 2016)

Salgo esforzadamente, pesadamente, del interior de un túnel oscuro. Una vez en el exterior, el fogonazo repentino de la luz me quema la piel. Voy ardiendo hasta que, por un extraño suceso místico, mi piel se convierte en un bello mosaico con teselas de múltiples colores en el lugar de las quemaduras. En el sueño, relaciono mi experiencia con San Juan de la Cruz (dolor transfigurado, éxtasis).

Al despertar veo que había olvidado cerrar completamente la ventana y la luz me ha perturbado el sueño; despierto algo agitado, no he descansado bien. Es domingo y he dormido durante la mañana, en plena hora de sol.

Lluna me enseña las estrellas caídas (principios mayo 2016)

Es de noche. Estoy en un balcón o terraza junto a Lluna, una compañera del trabajo que acaba de dejar la empresa para trasladarse a Estados Unidos. Me hace observar el cielo. Casi todas las estrellas han caído misteriosamente hasta los confines del horizonte: aparecen agrandadas, plateadas y con formas típicas de cuento infantil. Al parecer se han despeñado del cielo por algún raro fenómeno, como si fueran cometas o estrellas fugaces que quedan flotando en las partes bajas del cielo.


Balcones-pupitre y dientes de león (mediados mayo 2016)

Estoy en un balcón que, curiosamente, da a un interior, una especie de aula escolar donde cada balcón es como un pupitre con varios alumnos. Se está haciendo algo así como un examen oral o concurso donde se compite entre grupos, y en cada balcón hay un equipo.

En mi caso, formo equipo con personas de mi infancia: Israel C., amigo de la familia con quien hice la comunión pero con hace años que no tengo trato -casi desde entonces- y Elena O., compañera de la escuela con quien tampoco he vuelto a coincidir. Estamos alegremente apelotonados unos sobre otros, como si no cupiéramos.

La profesora, junto a una alumna mayor que nosotros y algo repelente, nos va haciendo preguntas para instruirnos sobre cómo equiparnos para el primer día de playa del año. Respondemos y, a continuación, la alumna pregunta en voz alta "a ver si adivináis lo que se han dejado". Añade que se trata de la crema solar, que no hemos mencionado.

Juguetón, cojo un tallo de diente de león y lo pellizco hasta soltar al aire algunos de sus fragmentos blancos, como motas de algodón, que van cayendo al vacío desde nuestro balcón. Mi ex compañera de escuela, Elena, me reprende por hacerlo, y recuerda que ella es alérgica.

El falso oso de colores (mediados mayo 2016)

Es de noche. Estoy acostado en una cama, en casa de mis padres. Puedo ver la calle permanentemente y sin ser visto gracias a una extraña ranura a modo de ventana. Me relaja y me da seguridad ver todo lo que ocurre fuera mientras yo descanso. De repente, creo ver una especie de oso polar con la piel completamente tintada o revestida de colorines, saliendo aparentemente de cierta madriguera para adentrarse por una calle, alejándose sin prisa. Explico a mi padre este suceso pero él lo cree imposible o quimérico. Lleno de curiosidad, me deslizo por la ranura y salgo a la calle -sin mediar puerta alguna, de modo casi telekinésico- para seguir el rastro del extraño animal. Al acercarme, sin embargo, descubro que se trataba de un oso inflable, un mero juguete o artilugio, por lo que mi padre tenía razón con su apelación al sentido común.

Casa a ras del mar (mediadios mayo 2016)

La casa de mis padres aparece diferente. A través de sus amplios ventanales se ve el mar, desde una perspectiva feliz e imposible: con la superficie en un punto elevado, y sin embargo no estamos sumergidos ni tocando con las aguas. Está a la vez cercano y lejano, dentro y fuera de casa. 

Me encanta esta nueva visión, aunque en el sueño parece más bien que siempre hubiera sido así y de repente reparara en ello. Esta imagen me llena de paz y alegría. Todo lo que necesito está en el mismo sitio, no tengo que esforzarme ni desplazarme.

Me recuerda a una ventana del hospital de Sant Boi, vista hace poco en la vida real mientras mi abuelo se encontraba ingresado: estábamos en una planta subterránea y por la ventana asomaba un parterre de flores a unos dos metros sobre el suelo.

Desierto del antiguo Israel, mar lejano y temido (mediados mayo 2016)

Me encuentro en un paisaje extremadamente árido y desolado. Sólo hay arena, pedruscos y prominencias ariscas del terreno. Corretean algunos escorpiones y buitres. Identifico el paisaje como la antigua y auténtica tierra de Israel y sus primitivas tribus y pastores errantes. No muy lejos pero indeciblemente apartado y remoto se divisa el mar, de aspecto hostil y oscuros oleajes. Me cercioro así de que el mar es símbolo negativo para este pueblo desde tiempos inmemoriales. Su visión no invita al placer de los sentidos ni evoca la fuente primigenia de la naturaleza, más bien sugiere la muerte, lo peligroso, lo temido.