miércoles, 23 de enero de 2008

Jugando con la hostia (22-23 enero 2008)

Me acerco lentamente a una iglesia, como si hiciera un zoom con la mirada. Avanzo por la plaza, las escaleras, atravieso la puerta, paso entre los bancos y llego al sagrario, donde se custodian las hostias de la eucaristía. Cojo una de las formas y me la llevo. Me traslado a un paraje cercano, donde se extiende un estanque. Entoces lanzo la hostia al agua y he aquí que se disocia en dos sustancias: la divina -de color rojo- y la humana -de color blanco-. Asistimos a un extraño fenómeno. Ambas sustancias empiezan a burbujear y a humear y se mezclan agitadamente a la vez que se repelen. Meto la mano en el agua para revolver la mixtura y palpar la textura resultante: parece un huevo frito o una gelatina palpitante de color rosa. Agarro la masa, la estiro y la dejo caer. De nuevo el agua burbujea: esta vez la hostia se infla hasta convertirse en un pecho turgente y finalmente se deshace sobre el agua.

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