Reunión caótica del trabajo en Alemania, al parecer en Berlín, donde estamos preparando un programa de televisión al aire libre. Las jefas no están. Me acompañan Laura A., presentadora, y Trini, compañera del programa. Pese al caos y anarquía, debemos preparar el programa y parece que me tocará aparecer en pantalla. Lo veo todo precipitado y estresante.
Aprovecho una súbita manifestación de la CUP -partido catalán independentista y antisistema-, invadiendo un edificio, para escabullirme de aquella especie de recinto o campo de concentración. Me evado y voy caminando hasta la ciudad, que aparece hermosa, con edificios y lejanos rascacielos entre espacios de canales, ríos y marismas. Tomo fotografías del skyline. La ciudad está dividida entre dos orillas; la más lejana, la que está más allá, parece la más libre, utópica y deseable.
Por el camino entro en un edificio que resulta ser un gran anuncio publicitario de preservativos o algo parecido, un anuncio envolvente y tridimensional que te hace atravesar varias estancias o escenas con una voz en off que anuncia las bondades del producto. Salgo de allí y entro en una zona donde hay un cine y un museo de pintura alemana expresionista y neorrealista, con obras de Grosz. Me siento allí un buen rato y oscurece. Al levantarme, temo dejarme prendas de ropa.
Más tarde, salgo al aire libre, a una zona de canales, y de repente irrumpe una imponente giganta cuadrúpeda de larguísimo cuello y enormes patas, una especie de mujer-diplodocus que aterroriza a la gente y parece disfrutar divertidamente con ello. Me doy cuenta que se trata de una especie de teatrillo o representación de una leyenda.