sábado, 17 de abril de 2010

Muchas lunas en el cielo con vistas de París y el asalto del monstruo en el barco (16-17 abril 2010)

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Estamos en Francia, en una especie de barco atracado en un muelle. Es de noche, y sobre la cubierta dan fiestas, con una elegante orquesta donde toca mi padre y algunos amigos de mis padres, todos ellos ataviados con trajes de gala azulados y con pajaritas.

De repente, veo algo extraño en el cielo nocturno. Si entornamos los ojos, la luna se convierte en una bella diana de círculos concéntricos. Siguen los prodigios: vemos dos lunas, y luego muchas lunas brillando en el firmamento, cada una con su forma y su fulgor particular. Me asomo a la proa del barco para verlo mejor. En la lejanía se ve un majestuoso castillo elevado sobre la roca. Se trata de París (aunque no tiene ningún equivalente con la realidad), y al lado se puede apreciar, con gran nitidez, el castillo de EuroDisney, con un tenue resplandor azulado en medio de la oscuridad. Me lleno de asombro y emoción.

Las cosas se tuercen más tarde cuando un monstruo emerge de las aguas e intenta asaltar nuestro barco. Sólo yo me he dado cuenta de su presencia y, desesperadamente, voy cerrando todas las puertas, con pequeños pestillos y trancas, para evitar que entre en la cubierta, donde estamos de fiesta. He llegado justo a tiempo, cerrando la entrada en los mismos morros de la criatura, que incluso ha quedado atrancada entre las bisagras, con sus verdes carnosidades.

Sin embargo, presiento que las puertas cerradas no serán suficientes, así que, preso del pánico, huyo lejos de todos. Desde la barerra, contemplo como, efectivamente, el monstruo supera los obstáculos y salta ferozmente sobre el público. Primero tiene el aspecto de un anfibio humanoide; después se parece a un gremlin enloquecido. Me siento cobarde y culpable, por dejar mi padre a su suerte.


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