sábado, 18 de abril de 2015

Mar y animales en mi calle; bebé en una caja de cerillas; trepo por la Sagrada Família (enero 2015)

Noche de viernes y mañana de sábado de las que recuerdo muchos sueños.

1 El mar en mi calle. Voy en coche con Laura. Subimos por la calle de mis padres, ligeramente empinada, y al llegar al final empiezan las sorpresas. Un rebaño de vacas, ovejas y asnos se cruza en nuestro camino. Al parecer, existe allí una especie de granja, cosa que desconocía. La dueña es una vecina mayor cuya cara, de aspecto severo, me resulta familiar (quizá era la abuela de algún compañero de escuela). 

Pero la verdadera sorpresa llega justo después. Al terminar la calle, donde en la vida real empieza el parque urbano de la Muntanyeta, en el sueño se extiende lo que parece un breve camino hacia la playa. Parece que hubieran hecho obras y desbrozado caminos para que mi calle quede tan increíblemente cerca del mar, lo cual me regocija, y así lo comento en voz alta.

Al bajar del coche me doy cuenta que quizá se trata de un efecto óptico y en realidad se trata del río Llobregat, cuyas aguas plateadas refulgen a lo lejos, teniendo que pasar antes por una más breve riera que discurre en paralelo, como si andáramos entre una ciudad de canales. Nos adentramos por el camino que lleva hasta el supuesto horizonte marítimo, con arena al fondo. Además de Laura, está nuestra amiga Sara y de repente llega también Andrés, que se adelanta para hablar conmigo. 

Atardece y la luz del sol crea imágenes muy hermosas, con reflejos, siluetas perfectas y sombras que parecen cuadros. Entonces siento no haber cogido la cámara fotográfica, que está en el coche. Pido las llaves a Laura y regreso a por ella. Sin embargo, al llegar no identifico el coche (hay muchos vehículos azules que se parecen). Y, sin saber cómo, me meto en una especie de hotel-restaurante, con sucesivas estancias, de las que no consigo salir. Me da mucha rabia no poder volver al hermoso lugar que quería fotografiar.

2 Otra vez un bebé se deshace. Cuido de un diminuto bebé de la familia, que me recuerda a mi sobrina Maria. Para resguardarlo, debemos guardarlo en una cajetilla, como de cerillas. La llevo de un sitio para otro, y la voy sacando para cogerla en brazos. Pero una de las veces, al sacarla, descubro horrorizado que ha quedado como consumida o desmigajada. En otras ocasiones podía volver a recomponerse, pero ahora no. Me siento tremendamente culpable, temo tener que decírselo a mi familia. Sueño muy recurrente en los últimos meses.

3 Trepando por la Sagrada Família, arranco sus pináculos. Veo la Sagrada Família de Gaudí terminada. En el sueño tiene un aspecto que no coincide con la realidad: es una especie de templo neogótico y algo convencional comparado con la fantasía del arquitecto, que por alguna razón no consigo recrear. Lo intento de nuevo, vuelvo a cruzar la calle y se me aparece otra versión de la Sagrada Família, que tampoco es la correcta pero se asemeja un poco más, con las torres más definidamente cónicas y apuntadas. Entonces empiezo a trepar por los muros cual Spiderman. Al llegar a lo alto, me encaramo también a las torres, llenas de grúas, redes y aparejos de obras, y consigo tomar en mis manos uno de los famosos pináculos en forma de flor de cerámica. Puedo arrancarlo fácilmente, como si estuviera flojamente colocado, y lo lanzo hacia abajo para que alguien lo coja.

4 Dibujos brillantes de mi infancia. Muestro unos antiguos dibujos a mis amigos y compañeros. Se trata de dibujos que hice de niño para ilustrar mis trabajos o apuntes escolares. Todos, yo incluído, se sorprenden de la fantasía y el nivel de detalle de estas creaciones, donde se ven paisajes de montañas, mares y otras evocaciones de figuras y escenas celestiales. Muchos están pintados vivamente, con ceras o témperas. Me entristece haber perdido el empuje y la ilusión para hacer estos dibujos ingenuos y llenos de brillo.

Triste en Pascua (mediados abril 2015)

Hacemos una segunda celebración de Pascua en una iglesia a la que apenas solemos ir. Maria F. intenta convencerme para que participe activamente y me ofrece cantar unos "Cantos hispanos" que asocio vagamente a San Juan de la Cruz, al Romancero medieval y al arte mudéjar, una evocación que remueve en mí fibras íntimas. A pesar de ello, rechazo la invitación y decido pasar desapercibido, sentándome en uno de los asientos de atrás. Me siento invenciblemente triste, melancólico y derrotado.

Vídeo más allá de la muerte (mediados abril 2015)

Veo a nuestra amiga Merche, difunta en la vida real desde 1998, y siento un alegre sobresalto. Parece juvenil y sonriente, imperturbable; apenas reacciona al verme. Está sentada. La grabo en vídeo y creo tener así la garantía de poder demostrar mi visión a los demás tras el sueño. Estoy plenamente convencido, feliz con el hallazgo. Me fastidia despertar y comprobar que todo era una ilusión onírica.

Asientos estrechos en 'Sonrisas y lágrimas' (mediados abril 2015)

Durante un tiempo comparto piso con un compañero de trabajo, que me recuerda vagamente a Marc L., con quien trabajé en varias ocasiones. Una tarde decidimos ir al musical teatral de 'Sonrisas y lágrimas'. Llegamos al teatro y parece que la función ha comenzado, o una especie de prolegómenos, donde se ve a los actores cogidos por los hombros y danzando al son de alguna de las famosas canciones de la película. Están muy cerca, casi rozándose con el público, de espaldas a él. Cuál es mi sorpresa cuando veo que los asientos son extremadamente estrechos, divididos irregularmente, unos un poco más anchos que otros pero todos de dimensión mínima, con altos respaldos que recuerdan las fachadas de las pequeñas casas marineras desconchadas.

En el barco con mi abuela, un mar de dudas (mediados abril 2015)

Es de noche. Paso por un muelle y veo un gran barco a punto de zalpar. Está mi madre, preparada para viajar. Al parecer, el barco-hotel, muy largo y bajo, de entrada muy asequible, va a travesar unos cuantos países durante al menos un mes. Pienso que quizá yo debía ir en ese barco y me he olvidado. Alguien intenta convencerme pero angustia pasar tantos días fuera y no saber qué hacer cuando esté aburrido o aislado. Veo a mi abuela Cari, fallecida en la vida real, e intento que también suba al barco. No sé si era así o era ella quien trataba de convencerme a mí. El caso es que me quedo en tierra, pero lleno de dudas.