sábado, 29 de mayo de 2010

Los niños deshechos, el desierto de arena en la ciudad, el espejo detector, los ojos de buey en el piso y los cantores infantiles (28-29 mayo 2010)

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1  los niños deshechos. Dos niños quedan abandonados en la entrada de una cueva. Pasan los días y los pequeños se van deformando y reduciendo. Finalmente llega corriendo el adulto que estaba a cargo de ellos. Uno de los niños se ha convertido en un rostro plano y gelatinoso, como un huevo frito de perfiles cuadrados: al levantarlo, casi se le cae el ojo, cual yema. Y el otro niño se ha convertido en un pequeño dedo de carne, parecido a una salchicha. Contemplo la escena con gran pena y emoción, compadecido por los pobres niños. 

2  desierto de arena en la ciudad.  Laura y yo viajamos a la capital de un gran país fuera de Europa, quizá Rusia o algún otro lugar eslavo. Visitamos la ciudad hasta la noche, cuando Laura se ausenta para hacer unos recados. Aprovecho para coger una bicicleta y recorrer los rincones de la urbe. Voy atravesando calles y barrios, y he aquí que desubro un desierto de arena casi oculto en el interior de la ciudad. Se trata de una gran extensión de arena, presidida por un enorme collado rocoso, que todavía impone más bajo la oscuridad de la noche. Desciendo con la bicicleta por una pendiente muy empinada y constato que es muy fácil circular sobre aquella arena tan fina. Otros dos ciclistas que merdodean por la zona lo comparan con los parajes nevados, donde, según comentan, también se puede circular muy bien (?). 

3  espejo detector de Freeman y Justo apresurado.  Proseguimos nuestro viaje y llegamos a un piso con las puertas abiertas. Llevado por la curiosidad, entro en una misteriosa habitación y veo un pequeño espejo con un marco electrónico. En estas llega por detrás mi antiguo compañero del instituto a quien lamábamos Freeman. Me sorprendo al verlo allí, pero él, con extraña serenidad, asegura que ya sabía de mi presencia. "¿Cómo lo sabías?", le pregunto. "Porque el marco electrónico te ha detectado", responde él. En efecto, el espejo donde me había mirado es una suerte de detector de identidad. Me fijo en que Freeman lleva una especie de pequeña prótesis metálica en la zona de la nuez del cuello. 

Justo B. con prisas.  Muy cerca de aquel piso también encontramos a Justo B., amigo de la familia, que anda sonriente y apresurado. Le pedimos su número de teléfono móvil y nos lo da muy rápido; enseguida se va sin darnos más explicaciones. Laura y yo continuamos unos días más de viaje, y me pregunto si mis padres me estarán echando en falta.

4  miríada de ojos de buey.  Un operario está colocando las luces en el piso donde me voy a mudar con Laura. El electricista ha agujereado el techo y se ha colocado arriba, en una especie de desván por encima del techo, de modo que queda oculto durante sus tareas. En el techo hay muchísimos pequeños agujeros dispuestos de forma rectilínea, donde se instalarán ojos de buey: me satisface pensar que habrá mucha luz. Espero durante horas en el piso mientras trabaja el electricista. Al anochecer contemplo el comedor en penumbra y lo comparo con el de mi casa; los elementos están dispuestos de modo diferente, pero con todo ya me voy acostumbrando al nuevo piso. 

5  voces blancas junto a casa.  Laura y yo nos dirigimos a mi calle y, en la esquina de la calle Jaume Primer, en plena feria navideña (quizá la de la Puríssima) vemos un coro de niños que cantan algo parecido a villancicos o canciones tradicionales, con afiladas voces agudas. Aun siendo un poco relamido, el espectáculo me entretiene, ya que rompe la monotonía de mi barrio.

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