lunes, 14 de mayo de 2007

Los inquisidores (septiembre 2006)

Escena nocturna. Me acompaña un grupo de amigos. Uno de ellos, por quien siento un gran aprecio –quizá Pablo, del instituto, o Lluís, del trabajo- levanta la voz eufóricamente y empieza a defenestrar la autoridad. En su discurso, ebrio y valiente, nos emplaza a desafiar y destruir el poder establecido. Enseguida llegan unos inquisidores vestidos de negro con sombreros medievales –similares a los embajadores pintados por Holbein El Joven- y nos llevan al interior de una iglesia. En el recinto del altar se abren unas compuertas y aparece una visión del infierno –fogosidad roja- donde nos quieren condenar por nuestra temeridad. Asustado, huyo corriendo por el portal de entrada del templo. Una vez fuera, a través de una rendija, sigo observando la escena de condena, con gran temor.

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