Un gato devora una golondrina. Otra noche, sueño con la misma acción pero en este caso la víctima es un periquito. Yo empujo y azuzo al felino para que se lance sobre el ave. Con sádica fascinación, veo cómo el gato aplasta la cabeza del periquito, con un fuerte crujido. El pajarillo queda reducido a un montón de cenizas negras húmedas.
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