domingo, 23 de diciembre de 2007

El mar agitado lleno de tesoros (22-23 diciembre 2007)

Viajamos por un lugar brumoso y costero, que vagamente asociamos al sur de Francia. Los parajes son de gran belleza, con campos tupidos de violetas y pueblecitos con campanarios por doquier. Estoy sorprendido, mientras que mi madre se autoafirma, porque ya conocía el lugar."¿Lo ves?", me dice. Mi padre nos lleva conduciendo a primera línea de mar. Las aguas están turbias. La franja donde rompen las olas está llena de vida: florecen almejas y moluscos, conchas brillantes e incluso una especie de babosa rojiza en forma de flan. Todo el mundo persigue estas bellezas. La costa se llena de gente que intenta llevarse algo de lo que trae el mar. Pero, de repente, el nivel de las aguas se eleva súbitamente. Nos asustamos. Mi padre sigue conduciendo a trancas y barrancas. Temo que en cualquier momento el coche quedará flotando y a merced del temporal. Finalmente logramos salir y subimos a la carretera. Desde allí se ve un panorama terrible: el horizonte del mar ya no es recto, sino curvilíneo, y las aguas se agitan tremendamente. Desde lo lejos se ven inmensas olas acercándose a la costa.

martes, 18 de diciembre de 2007

Llevo el coche de mi padre (17-18 diciembre 2007)

Conduzco la Hyundai plateada de mi padre, aun sin tener carné. Cojo el vehículo en un punto alto y lejano de Sant Boi. Temo que pueda hacer algún destrozo con el coche, o salirme de la carretera. Voy dando tumbos y frenazos. Por el camino se ve una silueta irreal de Sant Boi, con una iglesia de Sant Baldiri brillante y rojiza que apenas tiene campanario. No me veo capaz de llevar el coche hasta la puerta de casa, así que lo dejo aparcado en un lugar cercano, junto a una gasolinera. Me vigila un guardia. Bajo del coche algo amedrentado, pero el guardia sonríe amablemente. No parece haberse dado cuenta. Me voy andando a casa. Le cuento a mi padre lo ocurrido y le pido que se haga cargo del coche para llevarlo hasta casa.

lunes, 17 de diciembre de 2007

La poseída (16-17 diciembre 2007)

De nuevo estamos en Ordal, el pueblo de mis abuelos maternos. Mi madre y yo vamos de excursión a una montaña de los alrededores. También va alguno de mis hermanos, quizá Anna. Divisamos el monte: es una formación rocosa torcida, en forma de ola, como si la hubieran carcomido por un lado y se fuera a derrumbar en cualquier momento. "¿Siempre ha sido así?" -pregunto sorprendido. Mi madre responde que sí. Junto a la montaña-ola hay un altísimo torreón al que se accede por unas escaleras de piedra. Propongo subir allí, pero a mi madre le da vértigo.

De repente, por el camino del bosque oímos que nos llaman. Miramos arriba. Nos sobrevuela un hombre joven, de rostro más bien oculto, tocado con una especie de boina y con un vago aspecto de miliciano o guerrillero. Se sostiene en el aire por su capacidad de volar, o bien porque va agarrado a un ala delta. El joven nos increpa como si hubiéramos pisado tierra prohibida y nos empieza a lanzar púas triangulares. Temo por nuestra vida, pero enseguida comprobamos que las púas son blandas, como de plástico o papel.

Huímos hacia la casa de mis abuelos. Miro hacia atrás. El miliciano volador nos sigue acosando. Le pregunto qué hemos hecho. Entonces el joven señala unos brotes de fuego alrededor de la casa y nos emplaza a apagarlos. Nos apresuaramos a sofocar las llamas con ramas y arbustos y vamos corriendo hacia la casa.

Cuando nos disponemos a abrir la puerta nos sorprenden unos gritos horribles. Me vuelvo y veo una mujer desquiciada, pálida, de pelo largo y negro. Por sus facciones severas y su peinado podría recordar a Gala, la musa de Salvador Dalí. Pero de cerca su rostro es inquietante: tiene los ojos chispeantes, como encendidos, y un fino y largo bigote de comisura a comisura. Parece endemoniada. La mujer nos empieza a perseguir fuera de sí y nos encerramos a toda prisa en la casa. Corro el pestillo. Suspiramos aliviados.

Pero la poseída aún sigue ahí fuera. Miramos por la ventana y la vemos merodear alrededor de un carruaje abandonado, de madera y sin cubierta, como los que se usan para llevar paja. La mujer parece haberse calmado, así que salgo a fuera para hablar con ella. Balbuceando, me explica que está internada en una residencia, donde la cuida una monja. Entonces, poco a poco, la tumbo en el carro de madera y la dejo allí con sus gemidos delirantes. Vuelvo a casa con mi madre y esperamos a que regrese mi padre para que se lleve a la mujer a la residencia. Cuando llega mi padre, le contamos lo ocurrido y parece desconcertado. Finalmente sale afuera y se ocupa de la poseída.

Unos días más tarde salgo de casa y me dirijo a la residencia, donde debo hacer algún recado. Al pasar junto al gran edificio me estremezco. En una de las ventanas está ella. La mujer poseída, derecha e inmóvil, está mirando absorta a través del cristal, con su fino bigote y sus ojos tristes y brillantes.

domingo, 16 de diciembre de 2007

En la piscina con Antònia Font (15-16 diciembre 2007)

Estoy en la piscina de Ordal, el pueblo de mis abuelos maternos, charlando animadamente con mucha gente. Debo atarme una especie de cinturón para tirarme por un tobogán, pero me cuesta horrores; nunca encuentro el truco para cerrarlo.

Entre tanto, mi amigo José Luis y yo empezamos a canturrear canciones del grupo mallorquín Antònia Font: "Jo cant sa lluna i s'estrella / sa jungla i es bosc animat...". Los componentes del grupo andan cerca de la piscina y nos escuchan. El vocalista Pau Debon, que destaca por su gran cabeza rizada, se dirige a nosotros: "Ya sabéis que hemos sacado un nuevo disco". Nosotros asentimos. Se trata del álbum 'Coser i cantar'.

Después hablamos con otro de los músicos. Es un hombre de barba negra y ojos caídos. Me recuerda a Salvador Cot, el actual subdirector del diario 'Avui' y ex redactor de política de TV3. Le comento el parecido pero el músico se muestra más bien sorprendido. La anécdota nos sirve para empezar a hablar de periodismo. En la tertulia se une Oriol, un compañero de trabajo.

A todo esto sigo intentando atarme el cinturón para tirarme por el tobogán. Una mujer evoca una cita bíblica: "Pasó una tarde, pasó una mañana..." (Génesis). A lo que yo añado: "...y aún no me habré atado el cinturón".

sábado, 15 de diciembre de 2007

Estudios de radio en casa (14-15 diciembre 2007)

En casa de mis abuelos maternos, en Ordal, han instalado unos estudios de COM Ràdio, la emisora donde trabajo. Varios cuartos están ocupados con micrófonos y mesas de sonido. Al parecer, la población del Alt Penedès es un enclave estratégico para difundir la señal.

jueves, 13 de diciembre de 2007

El jabato (12-13 diciembre 2007)

Andamos por el bosque. De repente pasa un animalejo. Le sigo la pista. Se trata de un pequeño jabato negro que corretea por una vereda. Consigo cogerlo y acariciarlo y pido que me fotografíen con él. El animal tiene un simbolismo religioso; por alguna extraña razón, guarda una relación con la Virgen María. Una mujer sibilina describe la situación con cuatro frases en verso que no logro recordar.

lunes, 10 de diciembre de 2007

La camarilla y la huída por el bosque (9-10 diciembre 2007)

1 Estamos en una rueda de prensa. Antes de empezar, o entre intervenciones, coincido con otros periodistas y charlamos. En la camarilla están mis compañeras de trabajo Montse H. y Anna F. Nos dedicamos a poner verde al político de turno y a quejarnos de la organización del acto.

2 Estoy en casa de mis abuelos maternos, en Ordal, junto a Laura. Nos interrogan unos hombres intrigantes. El jefe es un tipo mayor, compacto, de baja estatura y barba canosa. Al parecer, Laura y yo hemos sido los personajes de un cómic policíaco que ellos vigilaban. Creen que tenemos unos planes secretos y nos presionan para que hablemos. Aprovecho un momento de despiste para abrir la puerta de la salida -que pesa horrores y parece cerrarse sola- y llamo a Laura para que huyamos. Salimos al jardín, pero la verja, muy alta, también está blindada. Así que nos ponemos a escalar y finalmente arrancamos a correr por los caminos del pueblo. Laura me lleva ventaja y desaparece de mi vista. Yo aminoro el paso y voy andando, casi pegado a tierra, como un reptil, escudriñando todo los detalles del recorrido, como si fabricase el camino con la mirada.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Las cascadas (7-8 diciembre 2007)

Mi amigo Agus (Morgar) y yo nos bañamos en la piscina de un parque acuático. Al final de la piscina hay un tobogán o cascada; después otra balsa o piscina, y así sucesivamente. Morgar me llama constantemente para que baje con él. A mí me parece demasiado peligroso y prefiero quedarme arriba. El río-tobogán, con sus pendientes y meandros, es abrupto, rústico y empinado; produce vértigo. Una de las curvas es especialmente peligrosa, ya que apenas tiene protección lateral y el bañista puede salir disparado o caer. Un grupo de socorristas aguarda desde abajo para evitar que nadie se haga daño. Desde abajo, Morgar me sigue llamando, osado, enérgico e hiperactivo.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Vuelo sobre la Pedrera (6-7 diciembre 2007)

Subimos una cuesta en un antiguo poblado de aspecto medieval. Por encima de las casas asoman las chimeneas retorcidas de la Pedrera de Gaudí. Llegamos a una zona alta y, desde allí, se divisa una inmensa explanada con una urbe al fondo. En medio de la ciudad se aprecia de nuevo el edificio de la Pedrera. Me lanzo al vuelo sobre la llanura para ver más de cerca la casa gaudiniana. Sin embargo, mientras me voy acercando, las formas se afean y simplifican, hasta que la curvilínea Pedrera se convierte en un vulgar edificio cuadrado.

lunes, 3 de diciembre de 2007

El mar desaparece (2-3 diciembre 2007)

Llegamos a una zona de costa. El mar nos llega a la altura de los tobillos. Al verlo, exclamo: "¡Esto no es mar, esto es tierra!". Entonces, poco a poco, la imagen de las aguas se desvanece, como un espejismo, y emerge un suelo como de hormigón blanco.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Visiones de Roma y Barcelona (1-2 diciembre 2007)

1 Estoy en Roma con mis padres. Visitamos un antiguo monumento al aire libre, quizá un anfiteatro o unas termas. Subimos una colina des aspecto mediocre y descubrimos que se trata del monte capitolino, donde antaño se alzaba el templo de Júpiter. Desde arriba echamos un vistazo a la ciudad. Se ve un magnífico 'sky line' de Roma, con torres, un altísimo anfiteatro y una gran cúpula, teñida de malva por el atardecer. Por un momento dudamos: la imagen, lejana y azulada, parece un decorado más que una ciudad real.

2 Estoy en Barcelona. Atravieso una pasarela marítima y veo ante mí el templo de la Sagrada Família de Gaudí. El edificio, con sus dos fachadas, se presenta grandioso y brillante. Sigo andando y consigo una perspectiva imposible: en un mismo ángulo aparecen la Sagrada Família, la catedral y una tercera iglesia, quizá Santa Maria del Mar. Todo un bosque de agujas y pináculos.