jueves, 29 de noviembre de 2007

Alborotos callejeros (28-29 noviembre 2007)

Es de noche. Salgo de mi casa algo enfurruñado y sin ganas de ver a nadie. A velocidad supersónica, como si estuviera motorizado, llego a la zona de la Rambla de Sant Boi, donde los bares y las calles están repletos de jóvenes. De repente se producen alborotos. Desde un balcón, una agente de policía amenaza a un grupo de manifestantes que corretean en la calle. Se oyen nítidamente los gritos. Voy de tumulto en tumulto hasta que consigo salir de la muchedumbre.

Entonces oigo que me llaman. Se trata de dos jóvenes, un chico y una chica, de vaga estética antiglobalización, que huyen de la carga policial. Me piden ayuda. Ella me ruega que los cubra y los esconda en algún sitio. También me confía un objeto, una especie de golosina en forma de fresa, que debo guardar en el bolsillo. Es alta, con el pelo rizado a la altura de la nuca, y tiene la voz más bien grave. No es especialmente atractiva. Al principio me resisto a colaborar con ellos, pero me veo seducido por la muchacha. Nos besamos y accedo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Llanto en Loreto (24-25 noviembre 2007)

Mi hermana Anna me enseña una carta. Es de nuestro hermano Ismael. Asegura que nada tiene sentido y que no tiene ganas de seguir viviendo.

Viajo a Roma con mis amigos y me voy con una profunda sensación de rotura familiar, como ya soñé hace unos días. En realidad, la ciudad parece un híbrido de Florencia y Venecia, una urbe monumental soñada también en otras ocasiones. Temo que se nos pasen los días sin visitar los grandes monumentos de la ciudad, como el Duomo. Así que en un momento dado me escapo hacia el centro. En mi camino se cruza la iglesia de Loreto, que realmente está ubicada en la costa adriática de Italia. Es amplia y austera. Está repintada de un color amarillo pálido. Al entrar veo un icono con unas inscripciones. Pienso en mi familia y rompo a llorar.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Los perros amenazantes (21-22 noviembre 2007)

Voy a casa de Laura. Una vez allí, se me cruzan varios perros macizos y me empiezan a ladrar con fuerza. Mientras espero a Laura, salgo al portal de la casa y me tropiezo con otro perro, que dormitaba junto a la entrada. El animal estalla en ladridos. Me fijo en él. Tiene un rostro ambiguo: cabeza pequeña, redonda y rapada, nariz canina, chata y negra, piel blanca y un pendiente grande y oscuro en la oreja. A medida que lo escucho, los ladridos se van transformando en palabras. Habla pausadamente, con cierta prepotencia. Aparece mi amigo Pablo y le muestro el extraño ser. Pablo comenta que quizá me estoy equivocando y no se trata de un perro, sino de una verdadera persona. Me siento algo ridículo.

martes, 20 de noviembre de 2007

La inyección peligrosa (noviembre 2007)

Estamos en un hospital. Cuidamos de una persona mayor, quizá mi abuela. Me acompaña alguien parecido a mi padre, a quien llamaremos P.. Alguien entra en la habitación. Es un tipo alto y rubio, de aspecto inquietante. Nos aconseja administrar una inyección a la abuela y nos entrega la jeringuilla. Se va. Enseguida sospechamos que se trata de una trampa. Cogemos el ascensor, subimos al piso de arriba y desafiamos al hombre rubio. Empezamos a pelear con él y, en medio del forcejeo, P. recibe un pinchazo de la extraña jeringuilla. P. empieza a deformarse y se convierte en una marioneta de madera, con una nariz rectangular apinochada. Apenas se puede mover; se ha convertido en un ser enano e inerte.

El robo de la cartera (noviembre 2007)

Somos dos ladrones. Debemos robarle la cartera a un hombre alto, de mediana edad, con gafas y pelo canoso. Lo entretenemos en una especie de casino o restaurante, situado en lo alto de un edificio, y cometemos el hurto. Cuando el hombre se da cuenta monta en cólera y se transforma en un ser diabólico. Sentado en una silla, por un extraño maleficio su figura retrocede y se hunde en la pared. Amedrentado, salgo huyendo. Bajo literalmente volando por las escaleras de caracol del edificio, construídas al aire libre, y siento una íntima satisfacción por haber escapado. El personaje y la escena del delito guardan cierto parecido con el film 'Cassandra's dream' de Woody Allen.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Estocolmo y la cena de barro (8-9 noviembre 2007)

1 Visito la ciudad de Estocolmo, llena de edificios altos, con agujas y pináculos. Recorro la urbe en solitario y, al atardecer, diviso algunos monumentos que dejaré para el día siguiente. Llego al hotel y enciendo el televisor. Entonces se produce un fenómeno extraño. En la pantalla se proyectan imágenes en directo de mis familiares: mi madre en la terraza de casa, mis abuelos en su jardín... Las imágenes son inquietantes y conmovedoras. Me siento lejos de ellos.

2 Paseo con Laura. Ella quiere que nos detengamos en un parque. "No, aquí, no", le replico. Seguimos andando y yo voy rehuyendo todos los sitios que ella propone. Finalmente llegamos a un solar. En el centro hay una mesa con una cena preparada. Casi todo es de barro fresco, menos algunas piezas, como una especie de naranja o calabaza, que és auténtica. Laura consigue sentarme allí.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La muerte excitante (3-4 noviembre 2007)

Voy a ser ejecutado. Me sientan en una silla y empiezan a rasurarme. Moriré por inyección. Accedo a la condena voluntariamente y casi con excitación, como si se tratase de una experiencia límite o iniciática. En ocasiones, el recuerdo de mi familia y mis seres queridos me hace dudar.