Voy a Ordal, el pueblo de mis abuelos, y muestro una fotografía del perro Estel. Entonces, por un extraño prodigio, la reproducción cobra vida y el animal salta a la vida real. Alguien me advierte que si voy haciendo clonaciones, alteraré el estado natural de las cosas. La idea de resucitar artificialmente a los seres vivos me provoca un cierto desasosiego, la sensación de pérdida del orden y la armonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario