Viajo a Roma con mis padres. Desde la escalinata de San Pedro contemplamos una ciudad del Vaticano irreal, convertida en una gigantesca avenida renacentista llena de palacios e iglesias. A mano derecha, me fijo en una cúpula rojiza, parecida a la del Parlamento de Budapest. Nos dirigimos hacia allá. Paseando junto al Tíber me acuerdo que he quedado con mis amigos José Luis y Javi hacia las seis de la tarde. Pero, antes de que me dé tiempo a reaccionar, me los encuentro de frente. José Luis, exultante, está regentando una especie de puesto lúdico al aire libre junto con Javi. Al parecer me lo habían dicho, pero yo lo había olvidado.
1 comentario:
si, estaban vendiendo camisetas roñosas del cau...
jiji, besos.
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