domingo, 29 de abril de 2007

La mujer asesinada (diciembre 2003)

Secuencia corta y violenta. Dos hombres persiguen a una mujer para matarla. Corren muy deprisa y traslucen una gran violencia e impetuosidad. Al fin, uno de ellos alcanza a la víctima y le propna dos o tres golpes de hacha en medio de la espalda. La muerta cae de una ventana, como la ‘replicant’ asesinada de ‘Blade Runner’, y, una vez en el suelo, es recogida por una mujer de rasgos asiáticos, con un pañuelo en la cabeza. La señora se lleva el cadáver colgado al revés dentro de una suerte de carreta.

En el autobús con Juan Pablo II (diciembre 2003)

Viajo de noche en un autobús al lado del Papa Juan Pablo II, que viste de paisano. Somos los únicos pasajeros. De repente, las calles se llenan de jóvenes alborotados que comienzan a lanzarnos piedras.

Los 'Pastorets' (noviembre 2003)

Representamos la obra teatral de los ‘Pastorets’ en Navidad pero fracasa por distintos motivos: faltan actores, no funciona bien, etc.

Voces antes de dormirme (noviembre 2003)

Sueños habituales. Me adormezco y de repente empiezo a oír voces muy fuertes y claras a mi lado. En ocasiones se trata de un fuerte estruendo que viene del techo o del pasillo. Una vez soñé que mi profesor de filosofía del instituto, Antonio Marín, aporreaba la puerta del pasillo como un loco para poder entrar. Son sonidos muy imponentes y a veces aterradores. Cuando intuyo que se van a producir siento miedo.

A menudo, el sonido que oigo parece el de la radio: gente conversando en tertulias o entrevistas. De este modo me ‘conecto’ oníricamante a las ondas. Otras veces repaso las líneas de un libro, que aparecen con la misma claridad formal –aunque sin contenidos- que los sonidos radiofónicos. El mensaje siempre es muy limpio pero jamás lo puedo descifrar.

En Instanbul (noviembre 2003)

Visito Istanbul, una ciudad inmensa, llena de monumentos y de aspecto europeo. Voy con un grupo, y desde el hotel hago una escapada para ver la urbe.

Baño en Zamora (agosto 2003)

Estamos en Zamora y vamos de excursión a una zona pantanosa. Nos bañamos en un estanque o río de aguas verdosas. Hago una voltereta tras otra.

El dios de la angustia (julio 2003)

Viajo en coche con mis padres. Atravesamos una zona de descampados. Unos individuos extraños nos obligan a parar. Al parecer son terroristas y nos quieren llevar a su redil. Sacan unas papeletas donde se repite un rostro extraño a quien rinden culto. Se trata de un hombre con peluca pelirroja aristocrática, con muchos collares colgados. Lo más sorprendente de su aspecto son sus ojos. Dentro de cada córnea tiene varias pupilas. Muchos ojos dentro de cada ojo. Tiene un nombre. Se llama el Dios de la Angustia.

Reloj de Londres (julio 2003)

Visitamos Londres. El día es gris y lluvioso. Llegamos hasta una cabina en medio de la calle, donde, en el lugar de las teclas para llamar, hay un reloj analógico sin cristal. Moviendo las manecillas del reloj podemos, al mismo tiempo, hablar por teléfono, escuchar la radio y mirar la hora.

Robo involuntario (junio 2003)

Entro en un gran centro comercial, de dos pisos, con la idea de comprar una gorra y unas gafas de sol. Son demasiado caras, así que decido no llevármelas. Aun así, por un extraño impulso, casi sin darme cuenta, me las llevo y salgo a la calle con ellas. Quedo con mis amigos y me advierten que me está siguiendo un hombre. Se trata del vigilante del centro comercial. Amablemente, me pide que le devuelva la gorra y las gafas robadas. Le cuento que no había sido mi intención, que había robado involuntariamente, y todo queda como un malentendido.

En San Petersburgo (mayo 2003)

Estamos en San Petersburgo, ciudad que cumple años, donde me impresionan los edificios antiguos altísimos, rematados con agujas y tejados puntiagudos verdosos. La atmósfera es oscura. Seguimos una visita guiada, y justo a las puertas de un museo muy importante, que yo esperaba con gran interés, se nos corta el paso por algún motivo que no recuerdo.

En Cuba (abril 2003)

Estoy en Cuba con mi hermano Ismael. Me impresionan vivamente las ciudades, llenas de casas bajas pintadas de blanco y llenas de gente en la calle, mucha gente que va a pie o en bicicleta, formando grandes muchedumbres. Brilla una luz de media tarde; el paisaje está bañado de un sepia claroscuro.

En la ciudad, mi amiga María Ferrés y yo visitamos varios establecimientos porque investigamos una estafa. Mi compañera interroga agresivamente a los propietarios, mientras yo intento bajar el tono.

Al final del viaje, propongo a mi hermano que vayamos a la playa. Él no parece dispuesto, se muestra escéptico. Miro hacia el mar y veo las aguas brillantes color turquesa, inaccesibles.

La ventana humana (abril 2003)

En el cuarto de la bañera, la ventana, hecha de un mosaico de cristales translúcidos, toma la silueta de una cabeza humana. Mi hermano, mi madre y yo interpretamos esa imagen como símbolo del absurdo de la guerra de Iraq.

Amor y guerra (abril 2003)

Nos sobrevuelan constantemente aviones bombarderos: estamos en guerra. El cielo está grisáceo, y los aviones salen de una base o pista justo al lado de donde nos encontramos. En mi entorno, los ánimos no están demasiado bajos; al contrario, vivimos la guerra como una aventura y un riesgo emocionante. Uno de mis compañeros es una chica, más joven que yo. Me atrae tanto que, de repente, la beso apasionadamente, mientras los bombarderos siguen pasando sobre nuestras cabezas.

En el kiosko (abril 2003)

Estoy en un gran kiosko-papelería, en compañía femenina. Compro una bolsa de golosinas y comento algo sobre la serie japonesa de dibujos animados ‘Doraemon’ (un gato-robot de futuro que ayuda a Nobita, un niño torpe y con problemas). El kioskero, gordo y barbudo, me reprende y me pide que deje de hablar de este personaje. Refiriéndose a la serie, dice: “Esos prados verdes, ese sol resplandeciente... parece fascista”.

Arrastrándome por mi cuarto (marzo 2003)

En la vida real, sigo en casa aún recuperándome de mi operación de peritonitis, con fatiga y molestias, En el sueño, estoy en mi habitación durmiendo. Me intento levantar, pero estoy tan débil que me desplomo, y sólo consigo arrastrarme por el suelo del cuarto, agarrándome al colchón o a los barrotes de la cama. Me palpo la cara y descubro que la mitad izquierda está totalmente rígida. No la siento, está dormida. En realidad, toda la mitad de mi cuerpo está inmovilizada. Al rato llega mi madre y me encuentra en esta situación. No se sorprendre; considera que mi estado es relativamente normal. Me aplica un paliativo, una especie de agua caliente sobre la cara.

De vuelta al hospital (marzo 2003)

En la vida real estoy recién operado de peritonitis. He estado diez días ingresado en el Hospital Comarcal de Sant Boi. En el sueño, sigo en el hospital e intento salir para ir hacer un pequeño recado. Nadie me lo prohíbe. Al volver, pierdo el sentido de la orientación y voy a parar al edificio equivocado. Subo en un ascensor con tres o cuatro mujeres y mayores y me invade una claustrofobia terrible. La cabina es muy estrecha, baja de techo, de aspecto metálico y líneas curvas, como un iglú alargado. Cuando llegamos al piso correspondiente –ambiente triste, oscuro- pregunto dónde estoy y una infermera me informa de mi error. Se trata de otro hospital, que atiende gente mayor. Me voy escaleras abajo.

Renacuajos de colores (2003)

Corren por casa unos cuantos renacuajos redondos, que se han escapado de alguna parte. Cada uno es de un color chillón: rojo, amarillo, azul. Por un descuido, alguien los pisa, y entonces encontramos un reguero de manchas de colores en el suelo.

Azotea en Nueva York (2002)

Estoy en un hotel de Nueva York con algunas personas más. Subimos a la terraza del edificio para contemplar la vista. Es de noche. El pasaje urbano es espectacular: vemos una ciudad gigantesca y llena de edificios monumentales, que parecen más propios de Europa. Buscamos con la mirada la llamada ‘zona cero’ donde se derrumbaron las Torres Gemelas en 2001, y finalmente la hallamos. A lo lejos, dos grandes focos de luz enfocados hacia arriba reviven simbólicamente la forma de los edificios.

En Poblet (2002)

Visito el monasterio de Poblet con mi amiga de la universidad Judith. Las paredes y torres de la iglesia tienen unos colores muy vivos, blanquecinos y rojos, como edificios modernos de obra vista. El recinto ofrece un aspecto feo y mediocre.

Alrededor del monasterio hay un conjunto de tiendas callejeras donde se venden montones de juguetes y pequeños objetos, la mayoría de goma o de plástico y de color verde. Después de un rato encuentro a mis padres y me separo de Judith.

Caballo frente al mar (2002)

Yazco en un rincón de una playa muy rocosa. Está atardeciendo. Me voy adormilando en mi pequeño nicho. Antes de conciliar el sueño miro hacia el mar. Veo un caballo blanco y esbelto, al final del rompeolas, con la cabellera ondeando al viento. Antes de dormirme lo he visto. He cazado el instante.

La luna se rompe (2001)


Veraneamos en un camping. Me acompañan mi padre y mis hermanos. Es de noche. De pronto se arma un gran tumulto. La muchedumbre se dirige a la playa. Seguimos a la gente y, una vez en la arena, comprendemos estupefactos el motivo de tanta agitación. La luna se agrieta, se rompe, y uno de los pedazos se desprende. El trozo de luna impacta contra el mar con un brillo fulgurante. A lo lejos se forma un enorme remolino. El mar se pliega y viene hacia nosotros. Todo el gentío huye despavorido. Es el fin del mundo.

imagen: esbozo del sueño 'La luna se rompe' (JPI, 22 agosto 2007)

Gemido nocturno (septiembre 1999)

Estoy durmiendo. Una chica entra en mi cuarto y me despierta entre sollozos. Me cuenta que se ha peleado con su novio. Habla muy bajo, casi susurra, y me abraza llorando. La cojo en brazos, como una novia, y salimos a la calle. Mientras se hace de día y la gente sale a la calle, ella va empequeñeciendo hasta conviertirse en una criatura diminuta en mis brazos. Al poco desaparece.

VER POEMA SOBRE ESTE SUEÑO



Laberinto mitológico (mayo 1999)

Me hallo en un gran laberinto en forma de escalera colosal que se alarga en espiral hacia abajo. He de ser el primero en llegar a la salida, antes de que lo haga el resto del grupo. Las paredes del laberinto son blancas, pero hay partes pintadas –o desconchadas, humedecidas- de color carne y salmón. Voy corriendo por el laberinto, subiendo y bajando escaleras. Visito largos pasillos por donde corren ríos y canales, como grandes alcantarillas.

Finalmente llego al fondo de la escalera y descubro que no hay salida. En uno de los extensos salones del laberinto hay una especie de muro con figuras mitológicas esculpidas. Distingo tres: la loba capitolina (la que amamantó a Rómulo y Remo, asomando la cabeza por la parte izquierda); la princesa Dánae (amante de Zeus, en medio del muro, a ras del suelo) y el dios Neptuno (ubicado en un balcón u hornacina, arriba a la derecha). Se trata de estatuas vivas: Dánae está peleada con Neptuno y charlan constantemente. La loba capitolina se mantiene más estática y sin embargo resulta más inquietante, como si estuviera agazapada o a la espera de atacar.

El gato y el ratón (abril 1999)

Familiares y amigos nos reunimos en los bajos de una casa. Un gato irrumpe en la escena; le conocemos y le recibimos con alborozo. Entonces aparece un ratón. El roedor corre cerca de mí y aprovecho para pisarle la cola. El gato se acerca a su víctima, compone un rictus de astucia. Muestra los dientes y empieza a arrancarle la cabeza. Los presentes reímos a carcajadas.

El pez de la piscina (diciembre 1998)

Nado tranquilamente en una piscina. Me han advertido que en el agua hay peces y otros animalejos marinos, pero ni siquiera me imagino que sean peligrosos. Sin embargo, a medida que pasan los minutos voy dándole vueltas y vueltas y finalmente decido salir de la piscina por si acaso. Justo antes de salir, un pez dentiagudo me atrapa por el pie. El animal es de color verde oscuro, alargado, con el hocico muy agudo y prominante y los colmillos muy afilados y largos. Me muerde el talón y no lo suelta. Chillo desesperadamente.

Fieras en el patio (diciembre 1998)

Es la hora del recreo. Salgo del aula, bajo al patio y veo una gran muchedumbre alrededor del recinto. El patio de ha convertido en una suerte de circo romano: está lleno de fieras, leones, panteras... Y también gladiadores. La escena me asusta, y temo que las fieras puedan escaparse. Pero nadie más parece tener miedo. Siguen contemplando la lucha con fruición.

La abeja (octubre 1998)

Me hallo tranquilamente en una estancia. Advierto la presencia de una abeja enorme, y huyo horrorizado. Me meto en una habitación y cierro la puerta justo a tiempo. Poco después se empiezan a oír unos golpes muy fuertes en el cristal de la puerta. La abeja pincha para romperla.

Sustancias para controlar los elementos (25-26 octubre 1998)


El ensayo fustrado (diciembre 1998)

Vamos a representar la obra teatral de los Pastorets, en Navidad. Los actores y organizadores vamos hacia la escuela salesiana de Sant Boi, donde tendrá lugar la obra. Yo represento un papel largo, pero en ese momento me olvido de mis frases. Repaso velozmente. En la sala de ensayos también están mis profesores de geografía y matemáticas del instituto de secundaria. El de geografía echa un vistazo a mis apuntes y me recomienda que los mejore, pues están muy descuidados. De pronto aparece una maestra de la escuela y nos apea del edificio.

Mi mano en el plato (marzo 1997)

Estamos comiendo pollo. Veo una mano humana muy pálida en el medio de mi plato. Me dispongo a comérmela, antes de descubrir que se trata de mi propia mano: se ha desprendido de mi cuerpo. Despreocupadamente, mi madre comenta a mi padre que últimamente tengo la mano muy delicada.

La maldición de la bruja (marzo 1997)

Una bruja terrible lanza una maldición sobre nuestra región. También vierte un líquido que ahoga a muchas personas, entre ellas mi hermana Cristina. De noche, acompañado de un grupo de gente, emprendo un camino para frenar la maldición. Me despido cariñosamente de una mujer gorda de cabellos negros.

Los caminos que travesamos se parecen a los del Delta del Ebro (convivencias de séptimo de EGB) y avanzamos con el miedo constante de que la bruja reaparezca. Acampamos en una llanura y vamos a dormir a una gran casa de montaña. Un señor de nuestro grupo duerme en el desván, y unos golpes en la puerta le despiertan. Baja amedrentado; no hay nadie. Vuelve a la cama pero la puerta vuelve a sonar. Baja de nuevo y no hay nadie. No conseguimos liberarnos del miedo a la bruja.

Salto el abismo (febrero 1997)

Vamos de excursión a Barcelona, pero de repente me hallo en Madrid. Veo un edificio rojo, muy alto y complejísimo, lleno de escaleras retorcidas. En la misma excursión, viajo con tres personas dentro de una plataforma hinchable que avanza dando saltos. Llegamos hasta un precipcio, pero logro saltarlo con el impulso de la colchoneta.

Viaje a la matriz (1997)

Me hago diminuto y presencio un coito y una fecundación con todo detalle. Viajo a la matriz de la mujer y veo como se engendra y se desarrolla el embrión.

La boda de mi tío (febrero 1997)

Mi tío José Joaquín contrae matrimonio en casa de mis abuelos paternos Cristino y Caridad. De repente, las tuberías estallan y el agua sale disparada. Una chica aparece por la ventana y le ruega que no se case.

El combate explosivo (febrero 1997)

Estoy en compañía de un grupo de muchachos que lanza dinamita contra otro grupo de jóvenes. Me escondo tras unas rocas hasta que llega la policía.

Viajes en el tiempo (enero-febrero 1997)

Tengo una máquina del tiempo y con ella viajo al pasado. Veo soldados haciendo la guerra en calles grises y desiertas.

Tengo un aparato que me permite añadir o quitar años a mi cuerpo. Aprieto el botón y me miro al espejo: me asusto y grito, porque veo la cara que tendré cuando cumpla 16 o 17 años. Intento retroceder en el tiempo y ver mi rostro con 5 años, pero no lo consigo.

Mi hermano Ismael y yo poseemos una máquina del tiempo. Nos damos cuenta que hemos viajado al pasado, porque junto a nuestra casa todavía no existe el moderno bloque de pisos construído en los 90.

El piso de los abuelos (enero 1997)

Mis abuelos maternos abandonan Ordal y se mudan a un piso pequeño. Nos entristece no ver más el paisaje por la ventana.

Guerra en la escuela (14-15 diciembre1996)

Las clases de octavo A y octavo B se lanzan bombas en un descampado lleno de barracas y basura. Es de noche: yo me mantengo fuera de la guerra y sólo veo el resplandor del fuego. Me oculto bajo una de las barracas de piedra. Enseguida, entre fuego y gritos, llegan los profesores; entre ellos el director de la escuela, Josep Maria Roca. Nos desalojan uno por uno, estirados y a través de pasos muy estrechos.

En la Colònia Güell (8-9 diciembre1996)

Estoy en la colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló. Reconozco los edificios por sus formas irregulares y abruptas. Me introduzco por unos túneles muy estrechos. Al final, me encuentro tan adentro que ya no veo el exterior: tengo la perspectiva de una lombriz. La claustrofobia me urge a retroceder.

Pociones transformadoras (30 noviembre-1 diciembre1996)

Panorámix, el druida de los cómics de Astérix, me confía unas pociones que sirven para cambiar de aspecto. Ingiero los brebajes, amarillos y ácidos, ante mis amigos de la escuela. Les digo: “Vigiladme, cuidad que no me pase nada”. Me convierto, sucesivamente, en varios animales. Más tarde, en la ventana de mi casa, salto haciendo una voltereta imposible. Todo el vecindario aplaude.

La muerte de la perra Ona (29-30 novembre 1996)

Muere Ona, la perra de mis abuelos Eudald y Mercè. Nos afecta tanto como si tratase de una persona. Mi madre es quien está más compungida. De noche, duerme en un colchón enorme desde donde se puede ver el cielo; no hay techo. Me llama y dice: “Aquella hilera de puntitos rojos es Ona, que vive en el cielo. ¿Ves como se mueve?”. Unos compañeros de mi escuela vienen a ver el cometa rojo, pero no creen que sea Ona. Sólo lo cree mi madre.

Montserrat y los pobres (9-10 noviembre 1996)

Viajo en coche con mi hermana Cristina. Conduce mi abuela Mercè –aunque en realidad no sabe-. Llegamos a Montserrat al atardecer y vemos todo el macizo impregnado de luz rojiza. Bajamos del coche y nos encontramos con nuestros abuelos Eudald y Cristino. Empezamos a subir la montaña y vemos decenas de familias pobres, sobre todo niños negros. Mi abuelo Eudald se apiada de ellos y decide fotografiarse con ellos.

Otitis (3-4 noviembre 1996)

Estoy en un parque de atracciones con compañeros de mi edad. Nos ponemos en fila para lanzarnos por un tobogan cubierto, muy estrecho y lleno de barro. Sufro por mis oídos, tan sensibles a la infección. Una monitora controla que todo el mundo vaya pasando. Finalmente me decido.

Primer día en el instituto (2-3 noviembre 1996)

Primer día en la secundaria. Salgo de casa y oigo la voz interior de mi madre, dándome instrucciones: “Gira a la derecha, recto, después la puerta de la derecha...”. Al final, la voz interior concluye: “Y, sobre todo, vigila con las bromas pesadas”. Entonces una cincuentena de alumnos me ven y se ponen gritar. No sé si lo hacen para recibirme o para dejarme en evidencia.

La búsqueda de la planta (octubre 1996)

Todo empieza frente a mi escuela: está lleno de padres, madres y niños. Cuando todo el gentío se esfuma, aparece el Buscador. Dice que está buscando una maceta, una planta especial. Esta planta va cambiando de manos por todo el camping hasta que llega al techo de una de las caravanas. El inquilino toma el sol tranquilamente, y el Buscador le llama con fuerza para que le devuelva la maceta.

El turista se enoja por la exigencia y se marcha en un carro tirado por bueyes. Poco a poco, el vehículo se transforma en un coche blanco. El hombre de arrepeiente de haberse enfadado con el Buscador. En las tierras donde emigra con su carro-coche se forman –término literal en el sueño- las civilizaciones “neo-turcas”.

El emperador y el pájaro gigante (27-28 octubre 1995)

Un emperador oriental (un Kahn) lanza amenazas desde el torreón de un castillo. Estoy de excursión en una zona desértica y viajo en un teleférico junto a otros compañeros. La experienca es vertiginosa. El teleférico cada vez frena más hasta que para en seco. Todo el mundo se desmaya menos un compañero, una compañera y yo.

Dentro de la cabina hay un catalejo y miramos por la lente. Vemos un águila a lo lejos. ¡Pero el catalejo está al revés! Lo giramos, volvemos a mirar y descubrimos que se trata de un pajarraco gigantesco de plumas multicolores. Mi compañero grita: “¡Es un tropical!”. El ave nos oye y responde: “sí, lo soy”. Tiene voz de bruja vieja. Parece una extraña reencarnación del emperador oriental.

El dueño de la fábrica (1995)

Sueño en dos episodios. Primera noche. El propietario de una gran fábrica elimina a sus trabajadores convirtiéndoles en gasolina, y los almacena en recipientes cerrados de plástico. Una chica descubre los crímenes. Segunda noche. La chica avisa a un amigo suyo (que soy yo, en primera y tercera persona simultáneamente) y este compañero decide cambiar de trabajo. En adelante, se dedicará a dar de comer a las palomas.

El invento de la playa (20-21 abril 1995)

Estamos en una pequeña cala, cerrada por dos acantilados. Estoy en el agua, vestido, empujado por las olas y apoyado en unas rocas para no caer y ahogarme. Mientras tanto, mi hermano Ismael está en la arena con un hombre mayor, un anciano de barba blanca. El anciano le está contando a Ismael el secreto de un invento que ha creado. Es un bote de cristal de unos diez centímetros de alto, con diminutos muñecos en su interior, que llevan minúsculos cubos en las manos. Por unos agujeritos y conductos, el agua y la arena de la playa llegan a los minúsculos cubos. Pese a su aspecto baladí, consideramos que el aparato es de una gran utilidad. De repente llegan unos individuos y secuestran al anciano de la barba blanca. Sin embargo, el invento del viejo queda en manos de mi hermano Ismael.

El monje del lavabo y otras pesadillas (antes de 1995)

1 Me levanto de la cama y voy al lavabo. Después de cerrar la tapa, me vuelvo y veo una imagen terrible. De la puerta del lavabo cuelga una túnica de monje, y dentro de la capucha brillan unos ojos rojos.

2 El capitán Garfio me persigue por una escalera.

3 Un payaso de cara terrorísica me persigue por la escalera de casa. Me escondo en el piso de arriba, donde vive mi abuela Caridad. Pero ella está adormecida y se comporta de forma extraña: le hago preguntas y me responde con voz débil y cansada. Imagino que el payaso ya se habrá ido, así que vuelvo a bajar las escaleras. Pero lo vuelvo a encontrar y me persigue hsta la calle. Una vez fuera, desaparece misteriosamente.

4 Duermo en mi antigua habitación y oigo mucho ruido. En el comedor hay una fiesta, donde participa mi madre. Pero todos tienen cara diabólica, poseída. Recuerdo la mirada siniestra de mi madre y de un desconocido de rostro afilado y cabellos negros.

5 Camino con un anciano y otro chico. En la oscuridad de la noche, vemos un túnel larguísimo. Me invade un miedo terrible: hay monstruos, bestias, se oyen gritos. Tengo la sensación de que nunca podré huir. Sin embargo logramos salir y a la postre siento la tentación de volver a entrar.

6 Voy a mi escuela, pero está muy cambiada. Parece que hayan pasado cien años: el edificio es moderno y sofisticado, la portería está llena de botones y timbres. No se parece en nada a mis recuerdos, y la imagen me entristece.

7 Estamos en una playa y una gran ola se me lleva por delante. Por más lejos que vaya, me atrapa.

La cama por el universo y otros (antes de 1995)

1 Estoy durmiendo, y de repente la cama se eleva hasta el espacio exterior. La cama viaja a través del universo pero no me inquieta en absoluto. Noto una presencia que me conduce, una luz que me rodea. Esta paz, de una claridad extraña, parece Dios.

2 Soy tan ligero que puedo volar dándome impulso. Me elevo pocos metros sobre el suelo y puedo evitar pendientes, obstáculos y escaleras. A veces el vuelo consiste en ‘pasos sobre el aire’. En otras ocasiones em lanzo hacia delante como un proyectil, como si hiciera piscinas buceando. Sueño habitual.

3 Vuelo por el cielo y llego a una gran nube rosada, en forma de castillo. Allí me espera mi abuela Mercè.

4 Anuncio que hoy es un día especial, que ocurrirá un suceso extraordinario. Salimos a la terraza y vemos el cielo lleno de planetas inmensos y esferas luminosas. Sueño habitual en la infancia.