Es de noche. Voy con mi amigo Jose a una sala de fiestas. Al salir, como si hubiéramos estado protegidos en un búnker, comprobamos que ha habido una extraña destrucción, bombardeo o suceso apocalíptico. La iglesia de Sant Baldiri aparece desconchada y humeante. Su frontón sinuoso, que tanto me gusta fotografiar, ha desaparecido y en su lugar han surgido sus estructuras rectilíneas y toscas. Siento una enorme lástima, como si hubiera perdido un icono muy personal; siento que han caído, en cierto sentido, mis propias 'torres gemelas'.
Lo he soñado tras la noche de los atentados terroristas en la sala Bataclan y otros lugares de París.
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