Veo a nuestra amiga Merche, difunta en la vida real desde 1998, y siento un alegre sobresalto. Parece juvenil y sonriente, imperturbable; apenas reacciona al verme. Está sentada. La grabo en vídeo y creo tener así la garantía de poder demostrar mi visión a los demás tras el sueño. Estoy plenamente convencido, feliz con el hallazgo. Me fastidia despertar y comprobar que todo era una ilusión onírica.
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