La casa de mis padres aparece diferente. A través de sus amplios ventanales se ve el mar, desde una perspectiva feliz e imposible: con la superficie en un punto elevado, y sin embargo no estamos sumergidos ni tocando con las aguas. Está a la vez cercano y lejano, dentro y fuera de casa.
Me encanta esta nueva visión, aunque en el sueño parece más bien que siempre hubiera sido así y de repente reparara en ello. Esta imagen me llena de paz y alegría. Todo lo que necesito está en el mismo sitio, no tengo que esforzarme ni desplazarme.
Me recuerda a una ventana del hospital de Sant Boi, vista hace poco en la vida real mientras mi abuelo se encontraba ingresado: estábamos en una planta subterránea y por la ventana asomaba un parterre de flores a unos dos metros sobre el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario