Se produce un tremendo temporal que lo deja todo inundado de barro: kilómetros y kilómetros de paisaje sepultado. Me encuentro en medio del fango, y, misteriosamente, he ido a parar a París. Me angustia la sensación de catástrofe hasta que advierto que estoy en la ciudad francesa e intento dirigirme al centro para visitarla. Intento pasar por corredores más o menos secos, o saltar de piedra en piedra. Por el camino veo a un hombre muy gordo que resbala y se cae de bruces sobre un charco de fango casi cómicamente; no tengo ganas de auxiliarle y, al ver que se endereza, prosigo.
Descubro que llevo conmigo la cámara fotográfica y me envalentona para seguir adelante. Pregunto a unos chicos para que me indiquen. No saben mucho. Intento divisar la torre Eiffel a lo lejos, buscando la emoción de la vista, pero apenas distingo un rascacielos acristalado parecido a la Torre Eiffel de Barcelona. Llego a una plaza donde se ve una hermosa iglesia gótica por la parte de atrás.
De pronto me angustia pensar que deberé regresar a casa en avión. Mi amigo Jose me asegura que Sara y Javi vendrán a buscarme (?).
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