viernes, 28 de diciembre de 2018

Guerra en Barcelona y refugio en la montaña (diciembre 2018)

A raíz del proceso independentista de Catalunya, estalla una nueva guerra civil que, al parecer, todos temíamos pero no habíamos verbalizado. El inicio del conflicto me sorprende junto a mi familia, paseando por el centro de Barcelona en lo que parecen las fechas navideñas. Por desgracia, andamos dispersados, así que cuando suena la alarma de los bombardeos apenas puedo proteger a nadie. Solamente veo a mi hermano pequeño Lluís, a unos metros de mí. Aparece con unos 10 o 11 años (en la vida real tiene 28). Corro hacia él instintivamente y le cobijo. 

Emprendemos una larga marcha de civiles, huyendo a pie, presas del pánico. Atravesamos un largo túnel oscuro. Nos palpamos las manos entre nosotros, con el de delante y con el de atrás, para no desorientarnos, hasta que llegamos a un sitio relativamente seguro, apartado de la ciudad. El suelo está lleno de nueces con cáscara, y una guía del grupo nos dice que recojamos todas las que podamos, ya que son lo que más alimenta en casos de hambruna y escasez. Recopilo muchas nueces con ansia, temiendo que no serán provisiones suficientes.

Debo reunirme con el resto de mi familia. Lluís y yo llegamos a la falda de una montaña de Collserola, cerca de Molins de Rei y el Papiol, en el Baix Llobregat. Desde allí tenemos una vista hermosa e imposible: se ve Barcelona, la estatua de Colón, la montaña de Sant Antoni... todo ello en un mismo escorzo fotogénico y luminoso. Cerca de allí, me reencuentro con mi familia en una especie de albergue y lloro de emoción. Mi madre dice que ella y yo podemos superar mejor esta situación tan dura, ya que estamos medicados con antidepresivos o ansiolíticos.

Dentro del albergue, permanecemos atentos a la radio y al sonido de los aviones, con el corazón en vilo. Poco a poco, la casa va haciéndose más amable, y la situación menos dramática. Mis padres salen al exterior con mi sobrina Abril, y les hago fotos junto a pequeños caballos que merodean por allí. Para mis adentros, me reconcome pensar como sobrellevaré la situación de escasez, la falta de ropa y de alimentos, y me pregunto a qué estaré dispuesto a renunciar.

La guerra se va disipando hasta que termina o se declara una tregua.




 

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