lunes, 6 de octubre de 2008

Hago estrellarse un avión (5-6 octubre 2008)


Estamos en la zona elevada de una ciudad parecida a Barcelona. Voy con otra persona y, de repente, soy capaz de predecirle que, en ese momento, pasará un avión de izquierda a derecha y se estrellará en la montaña. En efecto, el aparato pasa cerca nuestro a todo trapo y se estampa abruptamente, creando una gran nube de fuego. No sólo puedo predecirlo sino también repetirlo una y otra vez; para mostrar mi dominio sobre el tiempo, rebobino y hago estrellarse el avión una y otra vez. Sin embargo, alguien me advierte de la temeridad de mis superpoderes:

- Cada vez que haces estrellarse el avión, el aparato es el mismo, pero las condiciones ambientales cambian. La dirección del viento, la presión, etc, son diferentes en cada ocasión, de modo que el avión puede deslizarse a cualquier otra parte y causar una desgracia mayor.

El aviso me asusta sobremanera, así que dejo de manipular el tiempo.


ACERCA DE ESTE SUEÑO

Por: Doctor Kieslowsky


Cual Prometeo en el mito clásico, aquí el onironauta desafía a los dioses, en este caso robando el fuego temporal y alterando a discreción el orden cronológico. No pasemos por alto el escenario -la montaña y la ciudad a los pies-, propicio a la tentación bíblica del Omnia Tibi Dabo (todo te daré, Mt 4: 8-10), ni tampoco la oscura resonancia iconográfica del terrorismo –los aviones teledirigidos hacia la catástrofe-.

El onirauta teje los hilos del tiempo para jugar a ser dios y también, en cierto modo, para sentir el terrible goce de la calamidad ajena, convertida en una ficción de videojuego, tal como he estudiado con diferentes grupos de adolescentes en mi consulta de Gdansk*. En este sentido, la advertencia final trae el principio de realidad al rescate de la peligrosa ensoñación indolora y, con su palanca moral, hace detener la repetitiva rueda nietzscheana.

De modo que el Eterno Retorno del estallido, que como Dionisos "aúlla eternamente en el desmembramiento" (Camus) y que a ojos del verdugo prometeico luce una “belleza trastornada” –como el brillo de las llamas en la mirada del anarquista barcelonés de la Setmana Tràgica, o la fascinación de la pantalla en los ojos del videojugador- se para en seco ante la conciencia del daño real. Ya no hay videojuego abstracto sino la ciudad de carne y hueso, aquí y ahora.

Pese al atisbo de resolución final, el onironauta debería tomar Empirina Forte, 3 comprimidos al día.

*El sueño como videojuego. Irrealidad y violencia. Sesiones de grupo con 152 adolescentes de Gdansk y Gdynia.
Ediciones Kopernik (Varsovia, 2007).


Dr. Andrzej Kieslowsky
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