Mi madre me empieza a regañar y reprender con gran fuerza. Me reprocha que estoy más preocupado por el perro (sic) que por las personas, que soy un egoísta y no me preocupo por nadie. Me hace sentir enormemente culpable, como si dijera verdades muy íntimas e hirientes. Ella intenta hacer partícipe a mi padre, que apenas asiente lo que mi madre va diciendo.
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