sábado, 26 de julio de 2014

Un barco se lleva mi casa a cuestas; tengo miedo (finales julio 2014)

Vamos a iniciar una larga travesía por mar. La idea me causa cierto desasosiego, más todavía cuando me entero del curioso método que se va usar para el viaje. Un enorme barco va hacer de remolcador o soporte para trasladar enteramente la finca donde viven mis padres, con sus tres pisos a cuestas. Es decir, que arrancarán el edificio de sus fundamentos para subirlo, por decirlo así, a bordo, o que la casa se convierta en embarcación. Pienso en lo dramático que se sería un posible naufragio; además del accidente en sí mismo, perderíamos nuestra casa de toda la vida.

Nos dirigimos a la terminal o muelle desde donde va a zarpar el barco y he aquí que los terrenos se mueven sobre el mar y algunos tramos deben superarse a nado. A lo lejos vienen, nadando esforzadamente, Gemma y Sergi, compañeros del trabajo que han quedado rezagados. Al llegar a la terminal veo que se trata de una isla, con las instalaciones en medio y, completamente bordeada de zonas de playa, con arena y bañistas. Pienso que todas las estaciones y aeropuertos también podrían ser así, para amenizar la estancia de los pasajeros y visitantes.


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