Me levanto de la cama. Siento mi piso como un lugar extraño y periférico; aún no estoy familiarizado con él (en la vida real, estos días se cumple un año que vivo en él). Voy al comedor y veo unas cucarachas enormes, de unos 30 o 40 centímetros, peleándose por restos de comida que están esparcidos por el suelo. Me avergüenza la suciedad (en la vida real, el verano pasado tuve cucarachas en el piso).
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