domingo, 18 de noviembre de 2012

Nieve, arena y flores (mediados noviembre 2012)

Estamos en Ordal, el pueblo de mis abuelos maternos. Disfrutamos de una mañana hermosa y soleada entre las flores. De repente, empieza a llegar todo tipo de gente, como si se hubiera convocado una enorme fiesta social. Veo a amigos, amigos de la familia, parientes cercanos y lejanos... Nos van saludando conforme llegan. Se van formando grupos. En uno de ellos, mi hermana Alícia encabeza una coreografía juvenil al son de cierta música. El gentío lo inunda todo.

En el jardín se ha formado una imagen insólita. Buena parte del suelo está completamente cubierto de nieve, a pesar de la suavidad de las temperaturas. Alrededor de la nieve hay una extensión de arena blanca. Me fascina la extraña convivencia de ambas materias. Sin camiseta, prácticamente en bañador, me lanzo a la nieve para jugar con ella y mezclarla con la arena. Voy rascando el suelo, palpando las texturas. Cojo un pedazo de nieve y me lo llevo a un sitio seco, donde fabrico un lago o glaciar minúsculo. Anda por allí mi tío David L., con quien comento lo extraño y excepcional de esta nevada primaveral.

En el mismo sueño, previamente, he viajado a Roma con Laura y más personas, creo que de mi familia. Es el último día y no tenemos el trayecto de vuelta hasta las 2 de la madrugada, así que planificamos una larga ruta. Nos interesamos por visitar un monumento que todavía no habíamos visto en nuestras varias visitas a la ciudad. El monumento consiste en una especie de escultura de un guerrero o un gladiador, tensando su cuerpo en diagonal. La figura está sobre un gran montículo de piedra blanca formado por montículos y escalones. Visualizo todo el monumento antes de llegar físicamente a él, a través de un enérgico e imaginario travelling alrededor de la escultura.

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