lunes, 5 de noviembre de 2012

Saco un delfín del mar (principios noviembre 2012)

Estoy asomado a una ventana, desde donde veo el mar, casi al alcance de mis manos. Observo atentamente las aguas: están plagadas de medusas, cuyas formas rosáceas y sinuosas se adivinan bajo la superficie. Aparece entonces un buzo, deslizándose por allí y seguramente ignorando el peligro de recibir una picada. Más tarde descubro un pequeño delfín. Tras asegurarme de que no se trata de un tiburón, lo cojo yo mismo con las manos y se lo enseño a alguien que tengo a mi lado; es de pequeñas dimensiones, apenas mide un metro o 90 centímetros. Al sacarlo del agua, dentro de casa, el delfín segrega una extraña sustancia verdosa y espesa. Primero me asquea y temo que sea tóxica o antihigiénica, pero después me agrada pensar que la extraña bilis perfumará mi casa con un olor a mar.

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