Laura y yo podemos tele-transportarnos a donde queramos, en apenas unos segundos, gracias a un ingenio futurista. Llegamos a varios sitios, como un gran parque acuático donde debemos ponernos en fila para que nos coloquen una especie de flotador de seguridad.
Más tarde vamos a parar a un espacioso complejo hotelero. Al salir, descubro que estamos en Bilbao. Ante nosotros se extiende una amplia avenida o bulevar que conduce al centro de la ciudad. Se divisan lejanos monumentos y un paisaje urbano diurno y solitario, de aires parisinos. Como tenemos poco tiempo, propongo a Laura ir hasta el museo Guggenheim y regresar. Sin embargo, me doy cuenta de que me dejado la cámara y dudo si ir a buscarla o no.
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