Me preparo para estudiar una carrera llamada Política Internacional. Como práctica previa, me encargan hacer una encuesta sobre intención de voto en el Reino Unido. Entrevisto un matrimonio (creo recordar que eran escoceses, o galeses) y les pregunto si prefieren el actual gobierno laborista o un recambio conservador.
Al principio titubean, pero enseguida muestran su desencanto con Tony Blair -el ex primer ministro- y en cambio apuntan su preferencia por el líder tory David Cameron. Una joven hace de intermediaria o traductora, y va asintiendo y gesticulando para favorecer los resultados de mi trabajo. A modo de confidencia, la muchacha me explica que este matrimonio es muy conservador: "Si fuera por ellos, el presidente del gobierno sería Abraham".
Compro un pie metálico para un instrumento musical (quizá para colocar un saxo, una guitarra o un contrabajo), ya que Tony Blair, supuestamente, es amante de la música, y el objeto me servirá para ilustrar el trabajo (...).
Voy cargando con el pie metálico y me encuentro en medio de una especie de congreso periodístico, repleto de estudiantes, que assisten a charlas y cursos. Encuentro unos antiguos compañeros de la universidad y les saludo, con tímida cortesía, antes de contarles mis tareas.
Pienso para mis adentros que los estudios de Política Internacional serán muy difíciles y me exigirán saber idiomas. Me arrepiento de haberme matriculado y no sé qué hacer. Me siento atado.
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