sábado, 30 de enero de 2010

La habitación-ascensor, la visita sorpresa a mis abuelos, la cruz vetusta, el piso antiguo y el viaje absurdo en tren (29-30 enero 2010)


Noche de muchos sueños. Recuerdo estos:

1 un ascensor enorme. Subo a un ascensor con algunos de mis familiares, y he aquí que, en vez de una estrecha cabina, nos encontramos con una gran habitación con asientos. Una señora que debe ser la portera nos informa de que la habitación sube y baja, efectivamente, como un ascensor cualquiera.

ventana mágica. Empezamos a subir y, por alguna extraña ruta, llegamos a la casa de mis abuelos maternos, en Ordal; tan cerca, que, a través de la ventana del ascensor, a pocos centímetros, puedo ver a mi abuela Mercè tumbada en una hamaca. Después vemos también a mi abuelo Eudald, enfrascado en el jardín. Intentamos llamarlos, aunque creo recordar que no nos escuchan. Hacemos el viaje de descenso y me asomo al exterior para comprobar si nuestra casa, en Sant Boi, realmente está tan cerca de la de nuestros abuelos, en Ordal. A vista de pájaro casi parece que sean unas cuantas calles y solares de distancia...

2 el perro mordedor. Cuando el ascensor llega a la planta baja se para y nos ponemos a charlar distendidamente. Estamos muy tranquilos hasta que descubro que un pastor alemán me está mordiendo el tobillo. El perro está en el piso de abajo y me ha atrapado mis piernas colgantes. Doy voces a los vecinos del piso para que retiren al perro. La dueña, una mujer remilgada y de aspecto neurótico, dice que tienen muchos problemas, y yo le replico que sólo tienen que quitarme al perro de encima. Sigo quejándome, noto la cerrada presión de los dientes en mi pie, hasta que descubro que el perro ya se ha ido a otra parte.

El del animal que me muerde (perros, serpientes, ratas) es un sueño reiterado; en otras ocasiones me han aterrorizado y ahuyentado; otras veces me han ayudado otras personas para quitármelo de encima; y más recientemente me he dejado morder, pasivamente, para no angustiarme ni tener que forcejear con el animal.

3 la cruz vetusta. Voy paseando por la calle con mis padres. Me encuentro muy a gusto y distendido, vamos charlando de cualquier cosa. Les enseño una cruz muy antigua, de hierro, según creo recordar, oxidada, sin elementos figurativos y con una cúspide extraíble. Al parecer, se trata de una pieza litúrgica y es la primera cruz forjada en la historia del arte. La tengo en mi casa desde hace años, pero, ahora que voy a emancipar, pienso que mis padres cuidarán mucho mejor de ella; yo podría perderla.

4 el piso antiguo y fascinante. Seguimos paseando y mi padre me conmina a hacer una tarea que tengo pendiente desde hace tiempo. Tengo que tasar o registrar (no recuerdo muy bien cuál era la operación, algo burocrático y engorroso) el antiguo piso de un amigo de la família, Jesús G. Subimos a la vivienda en cuestión, cerca de nuestra casa, y veo que se trata de un piso realmente muy antiguo, con paredes empapeladas y una amalgama de pequeños detalles barrocos en la decoración. Me fascina que aquella rareza arcaica esté tan cerca y nunca la haya visto.

5 ¿a casa en tren? Finalmente, llego con mis padres cerca de la estación de tren, que, en el sueño, se halla descubierta en plena ciudad de Sant Boi. Ellos siguen su trayecto, pero yo debo volver a casa, así que me dispongo a coger un tren. Mi madre se extraña y me dice que puedo ir a pie; apenas es un kilómetro, o menos. Creo que tiene razón, así que me despido y me pongo en marcha.

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