Voy a Albinyana, un pueblo donde veraneábamos hace años, y me reencuentro fortuitamente con los jóvenes a quien conocí por aquel entonces. Me invitan a salir de noche, pero se meten en bares y restaurantes tremendamente estrechos, a los que hay que entrar como si fuera un túnel o una pequeña jaula de plástico. Siento una horrible claustrofobia y les comunico que debo irme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario