De repente entra un perro rabioso en la terraza de casa. Laura y yo corremos para cerrar las puertas de cristal, mientras el animal ladra y se agita constantemente. Cuando parece que las puertas están bien blindadas, con la marca roja a la vista, se abren inexplicablemente y me sobresalto, pidiendo a Laura que las vuelva a cerrar. Finalmente llega el vecino de al lado y se lleva al perro, que se había colado de un piso a otro. Me siento aliviado.
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