Mis hermanos pequeños, Lluís y
Alícia, van a la cárcel por unos delitos que no consigo dilucidar. Ellos se
encogen de hombros o vacilan cuando les pregunto. Entro con ellos al recinto
penitenciario, una especie de hotel o pensión con estancias más bien lóbregas,
aunque soportables. Me pregunto si deberán pasar allí toda la vida. Debería
sentirme apesadumbrado, pero no salgo de mi perplejidad, como si me negara a
aceptar la situación.
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