martes, 9 de abril de 2013

Mi hijo diminuto y la ciudad-archipiélago donde me lanzan una púa afilada (principios abril 2013)

1 el bebé-larva (tras haber tenido el día anterior a una niña recién nacida en brazos, I., hija de Fran) Sueño que tengo un hijo diminuto, de apenas unos milímetros. La criatura, casi invisible, se aferra a la yema de mi dedo índice como una larva. Me alertan que puede escurrirse o caer. Me desazona no poder protegerlo, o la posibilidad de olvidarlo.

2 la ciudad inundada y la púa metálica Viajamos a una especie de ciudad-archipiélago, formada por una plétora de casas semihundidas en el mar, que generan pequeños islotes. Pareciera que ha pasado un tsunami o una inundación, pero el aspecto ahora es apacible y soleado. Laura me pregunta si la ciudad siempre había sido así. Le contesto que no, que debe de tratarse de una inundación. Andamos descalzos. Me inquieta contraer alguna infección por la suciedad del suelo o bien clavarme algún objeto afilado.

En cierto momento, sufro una agresión inesperada. Alguien, desde lo alto, me lanza una pequeña púa metálica, plana y muy punzante, que se clava en mi piel como un imán superpotente. El impacto me causa dolor y escozor, además de un ligero rastro de sangre. Intento desembarazarme constantemente de la púa, lanzándola al mar, etc, pero, como un bumerán, siempre vuelve o la retornan a mí y no consigo liberarme de su yugo maldito. En una ocasión incluso acude personalmente una señora mayor, de aspecto elegante e inquietante (muy delgada, arrugada, pelo largo) que llega para mandarme de nuevo la púa.

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