Como en noviembre de 2012, durante una siesta creo oír a un perro que recorre el piso de un lado para otro. Percibo su respiración con gran nitidez, el aliento colándose en los resquicios de mi manta y, esta vez, también a una persona que entra en el piso, como si fuera el amo o cuidador del animal. Finalmente, todo era un sueño, de extraordinaria verosimilitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario