Viajo en un autocar junto a un grupo de personas para celebrar un acto folclórico parecido a los Correfocs o los Diables. Anochece. De repente cambia nuestra identidad; ya no somos Diables sino un equipo del Ministerio de Cultura. Al cabo de un rato nos acercamos a Tarragona y les señalo el acueducto, que asoma entre unos edificios. El monumento romano aparece como una fornida muralla, con muros y arcos adosados.
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