Hago los preparativos para viajar en solitario a una ciudad nórdica, quizá de Suecia. Mi intención es unirme a un grupo de viajeros a los que no conozco previamente, y voy algo nervioso y azorado. Al llegar a la urbe, paseo por una avenida empinada por donde pasa un perro. De repente, el animal se gira y sale corriendo para pelearse con un gato. Al doblar la esquina tengo el presentimiento de que habrá una explosión. Y, efectivamente, en el entorno de un cajero automático se produce una fuerte deflagración que hace saltar las alarmas.
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