Laura y yo nos mudamos a una nueva casa. Se trata de un edificio viejo, de dos pisos, como una antigua masía, y debemos reformarla nosotros mismos, con especial ahínco y dificultad para reconstruir una gran escalera de piedra. Finalmente la casa luce un aspecto algo destartalado, como si se fuera a derrumbar. Además, debemos compartir los espacios con otras personas, y nunca consigo sentirlo como mi hogar. Tengo sensación de provisionalidad permanente. Al despertar me alivio sobremanera al constatar que estoy -ahora sí- en mi casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario