lunes, 18 de julio de 2011

Volamos a ras del suelo hasta París, pero me angustia seguir hasta Nueva York; Emborrono un cristal con rotulador negro y me siento culpable (17-18 julio 2011)


1 altibajos en el avión Vamos en avión a una altura muy baja, a no más de 5 o 10 metros sobre el suelo. Me reconforta enormemente la experiencia, ya que me permite volar sin la angustia de pensar que el aparato pueda estrellarse. Llegamos a París, y una vez allí, convencido que es nuestro destino final, salgo hacia la ciudad e invito a los demás a seguirme; entre ellos está Judith, amiga de la universidad. Sin embargo, me recuerdan que nuestra ruta es hacia Nueva York, y que la capital francesa sólo es una escala. Yo lo sabía, pero lo había olvidado. Así que mi gozo en un pozo: pienso en la idea de cruzar el Atlántico, con tantas horas de vuelo sobre el oceáno, y me invade la angustia y la claustrofobia. Pese a todo insisto para que alguien me acompañe y se quede conmigo en París, pero no acceden. Solamente me consuelo pensando que nos amenizarán el trayecto con películas.

2 ensucio el cristal Visitamos la nueva casa de nuestra amiga Mireia, muy extensa y lujosa, y nos sentamos alrededor de una mesa de cristal. Con ánimo juguetón, cojo un  grueso rotulador negro y empiezo a dibujar sobre el cristal. Mireia me mira rápidamente con aire severo, y me doy cuenta de mi trastada. Me retiro avergonzado en busca de algún jabón o producto de limpieza para arreglarlo. Al volver, entro en el salón junto a otros compañeros, con quienes escenifico una película de las aventuras de Astérix; todos nos convertimos en pitufos o muñequitos, entrando sigilosamente como los soldados verdes de 'Toy Story'.

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